Del placer a la plaga: Cuando la intimidad se convierte en un virus de terror.
En el amplio universo del cine y las series de terror, los monstruos han adoptado innumerables formas, desde criaturas sobrenaturales y asesinos enmascarados hasta fantasmas y demonios. Sin embargo, una de las encarnaciones más perturbadoras y psicológicamente complejas del horror se manifiesta en la figura de una enfermedad de transmisión, convertida en un ente malévolo que acecha, transforma y destruye a sus víctimas. Este subgénero no sólo explora el miedo físico a la transformación y la muerte, sino que también profundiza en temores sociales, morales y existenciales relacionados con la cercanía física, la culpa y la vulnerabilidad.
El concepto de las relaciones físicas como vector de terror no es nuevo. Desde las primeras representaciones de enfermedades venéreas como "castigo divino", la cultura popular ha asociado la promiscuidad con el riesgo y el peligro. En el contexto del terror, esta asociación se magnifica, transformando el acto de unión corporal de un rito de conexión a una puerta de entrada para una maldición o una plaga. La enfermedad, en este caso, se convierte en un depredador silencioso, un parásito que se nutre de la carne de sus huéspedes y los convierte en algo monstruoso.
Un ejemplo paradigmático de esta subversión del género es "It Follows" (2014). La película, dirigida por David Robert Mitchell, presenta una entidad que solo se transmite a través de un encuentro carnal. Este "monstruo" no es un ente físico tangible en el sentido tradicional; es un fantasma que avanza lentamente pero de manera implacable, y solo la persona infectada puede verlo. La única forma de escapar (temporalmente) de esta maldición es transmitiendola a otra persona, creando un ciclo vicioso de terror y desesperación. La película utiliza esta premisa como una poderosa metáfora del miedo y la ansiedad que genera la cercanía íntima, creando la idea que la unión física puede ser una carga que se transmite de una persona a otra, una condena que persigue a sus víctimas hasta la muerte. El terror aquí reside en la inevitabilidad y la soledad de la lucha contra una amenaza que nadie más puede percibir.
En un registro diferente, "Contracted" (2013) aborda el tema con un enfoque más visceral y de body horror. Después de una relación íntima con un desconocido, la protagonista comienza a experimentar una serie de síntomas grotescos y degenerativos. Su cuerpo se descompone lentamente, su piel se pudre y su mente se desintegra. A diferencia de It Follows, donde el terror es psicológico y metafórico, en Contracted la enfermedad es un monstruo físico y visible que consume a la víctima desde el interior. La película explora el horror del deterioro físico y la pérdida de control sobre el propio cuerpo, haciendo que el espectador se enfrente al miedo de una transformación irreversible y repulsiva.
En el ámbito de las series de televisión, la franquicia American Horror Story ha explorado este tropo en varias de sus temporadas. En American Horror Story: Hotel (2015), el vampirismo se reinterpreta como una enfermedad venérea. El personaje de la Condesa (Lady Gaga) no muerde a sus víctimas; las infecta a través de la intimidad. El virus ancestral que transmite las convierte en vampiros, pero su transformación es un acto de "nacimiento" en una nueva y monstruosa existencia. Esta temporada utiliza la metáfora del vampirismo para explorar la adicción, el deseo insaciable y la inmortalidad como una carga, vinculando la cercanía íntima con la sed de sangre y el control.
Años más tarde, American Horror Story: NYC (2022) se enfrentó en una de las plagas más devastadoras de la historia reciente. Aunque la enfermedad principal que acecha a los personajes no es ficticia, sino una versión alegórica y aterradora del VIH/SIDA, la serie la dota de un aura de terror sobrenatural. Se presenta como una entidad que no solo mata, sino que también tortura a sus víctimas. El SIDA, que se propagó en gran medida a través del contacto cercano, se convierte en una metáfora del miedo, la discriminación y la invisibilidad que la comunidad gay experimentó en la década de 1980. Los personajes son perseguidos no solo por una figura enmascarada que mata a sus víctimas, sino también por una enfermedad que los consume en la oscuridad y el silencio. La serie convierte el terror del estigma social y la muerte lenta en una narrativa de horror palpable, donde el monstruo es tanto la enfermedad como la sociedad que la rechaza y la condena.
Este tipo de terror, donde la enfermedad de transmisión es el monstruo, ofrece una perspectiva única y poderosa sobre los miedos humanos más profundos. Al utilizar las relaciones íntimas, un acto intrínsecamente ligado a la vida y el placer, como vehículo del horror, estas películas y series nos obligan a confrontar nuestras ansiedades sobre la intimidad, la vulnerabilidad y la inevitable degeneración del cuerpo. Nos recuerdan que el peligro no siempre es un ente externo con garras y colmillos, sino algo que puede habitar en nosotros mismos, una semilla de destrucción que germina en la cercanía y nos transforma en un monstruo.
Gara Lacaba Toledo
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